Por: Ing. Fernando Padilla Farfán
Los retos del Instituto Nacional de Salud y Bienestar, son del tamaño de México. Aunque hay diversas reacciones de algunos sectores de la población, por ser un proyecto naciente requiere de algunos ajustes en su operación para extender, con mayor efectividad, el beneficio a todos los mexicanos que lo necesitan; que no son pocos.
La tarea es ardua. El Insabi debe prepararse para atender a más de 50 millones de personas, con más de 60 tipos de intervenciones de alto costo, en hospitales de especialidades, con servicios gratuitos y de calidad; que no cuentan con seguridad social, bajo criterios de igualdad.
Algunas de las enfermedades graves y caras que enfrentará serán: el cáncer, el infarto agudo al miocardio, la hepatitis C, y las malformaciones congénitas; incluyendo vacunas y exámenes de detección.
Los principales demandantes de los servicios médicos que el estado otorga, son las familias con problemas económicos; 10 millones de indígenas y mujeres de entre 15 y 24 años por cuestiones de maternidad.
Desde la aprobación en el congreso, el nuevo instituto fue blanco de diversas opiniones encontradas, principalmente de los gobiernos opositores de extracción panista, que han presentado ante el Presidente de la República un plan alterno de salud.
Es claro que un proyecto que inicia es perfectible, que puede tener modificaciones en su implementación, que requiere de la participación y apoyo de los tres niveles de gobierno y de la sociedad en general; principalmente de quienes necesitan ser atendidos en su salud.
Es innegable la resistencia de quienes se encargaban de las compras consolidadas de los medicamentos. Han surgido informaciones que confunden, que no apoyan.
La decisión del presidente López Obrador de crear el mencionado Instituto de Salud, fue con la firme idea de corregir las fallas y vicios del Seguro Popular, al que sustituyó, creando un organismo que brindara servicios médicos y medicamentos de manera gratuita.
La calidad y la eficacia del sistema sanitario de un país, puede tener un considerable impacto en la calidad de vida de sus habitantes. La salud de una nación depende en gran medida de cómo atiende el sistema a las personas, y por eso es tan importante tener un adecuado sistema de salud pública.
Algunos países han logrado ofrecer a sus habitantes sistemas de salud con los mejores resultados, como en Suiza. Otros, de los considerados desarrollados, no tanto. Por ejemplo, Canadá tiene un régimen de salud dirigido por el gobierno, con algunos problemas con las esperas y el acceso restringido a la última tecnología. Sinnúmero de pacientes se han quejado del servicio.
En Alemania el sistema de salud es muy bueno, pero caro. El seguro de salud es obligatorio y la mayoría de expatriados lo tienen junto con su contrato laboral.
Queda claro que no se puede importar el modelo de salud de un país a otro, porque los factores que intervienen son diversos. Depende de la economía de cada país, de la cultura de la prevención y de los niveles de corrupción.
La experiencia del Insabi es nueva; el combate a la corrupción tiene las mejores intenciones. Implementar un tema tan ambicioso para atender la salud de los mexicanos, no se da de manera inmediata.
La cobertura universal de salud implica que todas las personas y las comunidades tengan acceso, sin discriminación alguna, a servicios integrales de salud, adecuados, oportunos, de calidad, de acuerdo con las necesidades; así como a medicamentos seguros, eficaces y accesibles. Ningún país en el mundo lo ha logrado. Por eso, el gobierno federal tiene un gran reto por delante. Deseamos lo consiga, por el bien de México.
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