Los detalles surgen a cuentagotas, pero son reveladores. Al menos tres hombres acechaban a la periodista Miroslava Breach Velducea desde las primeras horas de la mañana del jueves 23, día del asesinato.
Estaban preparados. Uno de ellos hizo las veces de halcón: vigilaba desde la esquina de avenida Río Aros y la calle José María Mata. Estaba atento a que ella saliera de su casa. A las 6:54 de la mañana alertó a los otros, quienes viajaban en un Malibú de color gris. Es el momento. Iban a ejecutarla y uno de ellos descendió del vehículo para ultimar a nuestra corresponsal.
Miroslava había recibido amenazas desde hace tiempo. Los mensajes llegaban a su celular y comentó el contenido con un alto funcionario del gobierno de Chihuahua. No presentó ninguna denuncia formal. Tampoco aceptó ‘‘bajarle’’ a su trabajo y siguió denunciando actos de corrupción de la anterior administración, así como vínculos entre políticos y narcotraficantes de la entidad.
A pesar de los mensajes, en semanas recientes investigaba la perforación ilegal de pozos de agua y la compra de equipos de alta tecnología para riego en nueve municipios, como parte de una operación de lavado de dinero del narco.
Imágenes que han sido incluidas en las investigaciones que realizan en paralelo la Procuraduría General de la República y la Fiscalía General de Justicia, permiten reconstruir las acciones de los homicidas de Miroslava Breach.
Alrededor de las tres de esa madrugada, elementos de la policía municipal de Chihuahua detuvieron en la colonia Lomas Vallarta, donde habitaba Miroslava, a cuatro delincuentes que viajaban en una camioneta. Les aseguraron dos armas de fuego y fueron puestos a disposición de la Fiscalía General del estado.
A las 6:35, una cámara de vigilancia grabó un automóvil Malibú de color gris desplazándose sobre la avenida Río Aros. Un hombre con lentes oscuros y camisa de color claro, de manga larga, conducía el vehículo con el vidrio abajo. Su mirada detecta que la cámara de vigilancia lo está grabando.
Diez minutos después (6:45), el mismo Malibú, pero ya con los vidrios polarizados arriba, pasaba frente a la vivienda de Miroslava Breach. Iba de norte a sur. En la casa 6909 de la calle José María Mata, adentro, sus habitantes se apresuraban.
Se les hacía tarde. Era casi la hora límite para que uno de los hijos de la periodista, de 14 años de edad, entrara a la escuela. Miroslava era una mujer de costumbres. Una de ellas era la puntualidad y ese día su hijo se había retrasado. Lo apuraba.
Mientras el joven tomaba sus cosas, ella se adelantó a sacar la camioneta del estacionamiento de su casa. Ese día todo estaba fuera de lo normal: Miros, como todos le decían, se dirigió sola a su vehículo. Su hijo se quedó dentro de casa. La costumbre era que ambos abordaban la camioneta Duster antes de activar el control automático y que la reja se abriera. Esta vez fue distinto; el muchacho se había retrasado. Ella arrancó la unidad, abrió la reja e inició la marcha en reversa; él no había subido. Eran las 6:54 de la mañana.
En ese instante un hombre, del que la corresponsal de La Jornada y colaboradora del diario Norte, de Ciudad Juárez no conocía su existencia, ya descendía del coche Malibú que 19 minutos antes pasó por su casa. El sicario bajó del automóvil frente al número 406 de Río Aros.
El sicario vestía una gorra azul, playera blanca, encima una sudadera de color verde y un pantalón negro. Llevaba las manos metidas en las bolsas de la prenda. En la derecha empuñaba la pistola calibre 9 milímetros; en el lado izquierdo, bajo el brazo, llevaba una cartulina enrollada.
Caminó 65 pasos de poniente a oriente sobre Río Aros. Llegó a la esquina de José María Mata. En la acera de enfrente, protegido por las ramas de un árbol, su cómplice le hizo señas y el sicario dio unos cuantos pasos.
Cuando vio que Miroslava continuaba con las maniobras para salir de su casa, él disminuyó la velocidad. Caminó en total 43 pasos. En esos momentos las grabaciones no registran a nadie más en la acera por la que avanzaba el asesino; no hay ningún coche o camioneta en movimiento sobre la calle José María Mata.
A pesar de las amenazas, Miroslava no cambió su manera de vivir; seguía escribiendo sobre la inseguridad en la entidad. En su carrera, entre otras cosas, puso al descubierto la vinculación que algunos candidatos de los comicios de 2016 tenían con el narcotráfico, entre ellos, la suegra de Carlos Arturo Quintana, El 80, integrante de La Línea, el brazo armado del cártel de Juárez.
Durante el gobierno de César Duarte la periodista reveló que el mandatario local, sus familiares y algunos de sus colaboradores realizaron desvíos de recursos públicos y el dinero fue depositado en el Banco Unión Progreso, propiedad del ahora ex mandatario.
El caso fue denunciado por la organización Unión Ciudadana ante la PGR y el ex secretario de Hacienda de esta entidad, Jaime Herrera Corral, solicitó protección de la justicia federal, pero el caso sigue abierto y también se investiga a César Duarte.
Ese jueves en periódicos vendían Norte, de Ciudad Juárez, en el que Misroslava Breach escribió en la columna Don Mirone: ‘‘En su viaje al centro del narcoinfierno en Cuauhtémoc, el gobernador Javier Corral recibió un duro reproche de los empresarios del noroeste, enderezado a los tres órdenes de gobierno: ‘a la mayoría nos importa el estado y siempre apoyamos a la autoridad, pero no vemos que se aplique la justicia. Pareciera que los ciudadanos les valemos madre. No queremos camionetas de narcos paseándose impunemente por las calles’, señaló Óscar Corral, presidente del Ficosec.
‘‘Y de tú a tú, de Corral a Corral, el empresario le dijo al mandatario estatal que no debe desaprovechar la oportunidad histórica de arreglar de fondo el problema de inseguridad. ‘La gente cree en usted, pero no veo un solo signo que demuestre que la justicia tiene valor’, le advirtió.’’
Parecía un día más
El jueves 23 de marzo, la periodista se enfundó una blusa roja y un conjunto deportivo gris. Esperaba regresar a su casa luego de llevar a su hijo a la escuela. En la calle no había ningún vecino. Miroslava habitaba en una colonia de clase media que se parece a algunas zonas de Iztacalco o Iztapalapa, o los barrios periféricos de Culiacán o Tijuana.
La mayoría de las casas tienen enrejados los accesos. Algunas tienen cámaras de vigilancia, muy pocas. En las arterias aledañas ni siquiera hay videovigilancia gubernamental.
En la calle José María Mata el sicario quedó solo frente al vehículo de Miros. Le disparó en ocho ocasiones. Luego, tiró la cartulina que llevaba bajo el brazo y en la que supuestamente El 80 se atribuye el homicidio.
El asesino enfiló hacia Río Aros, donde lo esperaba el Malibú. En uno de los extremos del mensaje escribieron, con mano más firme que el texto central, las iniciales ‘‘WA’’.
Al cierre de esta edición se informó que personal de la fiscalía chihuahuense, al mando de César Augusto Peniche, localizó el vehículo Chevrolet Malibú usado por los homicidas.
El automóvil fue asegurado en un domicilio de esta capital, a varios kilómetros de la casa de la corresponsal de La Jornada, revelaron fuentes gubernamentales, pero declinaron dar a conocer más detalles para no afectar la investigación.
El vehículo será sometido a pruebas periciales en busca de huellas dactilares y algún otro indicio que pueda llevar a la identificación del autor material y del cómplice que condujo el automóvil antes, durante y después del ataque.
A Miroslava Breach siempre que le cuestionaban su arrojo reporteril, respondía: ‘‘¡Alguien tiene que decir la verdad!’’