A Carlos Salcido no le tocó retirarse con Chivas, pero un
capricho del destino lo llevó a decir adiós en un juego contra el Guadalajara en la cancha
del Estadio Akron, situación que abrió el camino para que los futbolistas
rojiblancos y la afición tapatía pudieran despedirse de quien fuera su capitán
e ícono.
Quién sabe cuántos años pasarán para que la cantera de
Chivas vuelva a formar a un jugador de la talla de Salcido, pero lo que nos
consta a todos es que el nacido en Ocotlán es todo un ejemplo poético de
superación personal.
Nació en un barrio humilde, fue deportado de los Estados
Unidos en más de una ocasión, llegó a Guadalajara a buscar trabajo, y aunque
nunca pensó que ser futbolista profesional lo ayudaría a dar sustento a su familia,
fueron las canchas las que lo eligieron a él para darle una manera de
sobrevivir y un camino a la inmortalidad.
Este fin de semana dijo adiós uno de los mejores jugadores
en la historia del país, multicampeón en su tierra y en el extranjero, leyenda
en Holanda y en México, tres veces mundialista y medallista de oro en los
Juegos Olímpicos de Londres 2012. Buena
suerte y hasta siempre, Carlitos.