Pau Ninja trabajaba en junio de 2014 en un almacén de Decathlon. Tenía 23 años y dos grandes objetivos: ganar suficiente dinero para no tener que trabajar y para vivir viajando. En la tienda de material deportivo eso no iba a ser posible. Solo tres años después, había encontrado una alternativa: gana una cantidad de seis cifras al año, no tiene obligación de acudir a un puesto de trabajo y desde 2016 ha pasado año y medio en el extranjero.
Pau Ninja había hecho un curso de Formación Profesional, pero aprendió realmente de webs con tutoriales en casa. Ninja no es su apellido real. Lo escogió porque «Pau Ninja» era un dominio que estaba libre. Mientras estaba en Decathlon, buscó durante meses un nicho que diera dinero en Internet. Escogió las webs de afiliación. Son webs que recomiendan productos -cafeteras, monopatines, relojes, pantalones de pitillo, lo que sea- y tienen enlaces a tiendas online.
Si alguien acaba comprando tras pasar por esa página, el autor de la web se lleva una comisión que generalmente va del 3% al 10%. Sin hacer nada más. La clave del éxito no es la calidad de las recomendaciones, sino lograr salir los primeros en Google cuando alguien teclea, por ejemplo, «licuadoras baratas». La magia de colocarse en las primeras posiciones en los resultados de Google es una mezcla de contenido aceptable, links de páginas grandes y actualizaciones frecuentes. Romuald Fons, experto en SEO [siglas en inglés de «posicionamiento en buscadores»], dice que era un mundo secreto para no descubrir la mina: «El mundo del SEO era muy oscuro.
La gente que vivía de esto no hablaba», afirma. Fons optó por el camino contrario y hoy tiene uno de los canales de SEO en YouTube con más seguidores del mundo: «El mérito es colocar el producto, no crear el contenido», afirma. En Awin, una plataforma de marketing de afiliación que Pau Ninja utiliza, dicen que los sectores más grandes son las industrias de moda, belleza, electrónica, viajes y tiendas de mascotas. Pau Ninja encontró varios sectores que en 2015 tenían poca competencia. Ahora tiene 13 webs -llegó a tener 63-, de las que solo seis son de afiliación y le dan dinero.
En 2017 vendió cuatro webs de tabletas o móviles porque le daban demasiado trabajo de actualización. Al principio, se levantaba cada mañana temprano, se hacía un café y se sentaba en el ordenador: hacía varios post y abría nuevas webs de otros productos.
Miraba su cuenta: 0 euros. «Hasta que un día me levanté y había ganado 2,5 euros. Me puse a saltar por el cuarto a las 7 de la mañana», recuerda. A los pocos meses ya ganaba 1.000 euros, más que en Decathlon. En 2016 llegó el éxito. En Navidad alcanzó cinco cifras mensuales, más de 10.000 euros. Esas cantidades no son extraordinarias. El sector es poco conocido, pero hay jóvenes y empresas que ganan millones. Awin tiene por ejemplo 100.000 afiliados activos en todo el mundo. La afiliación creció mucho en 2016: Amazon pagó a sus afiliados el doble en comisiones en 2016 respecto a 2015.
La empresa no quiere dar cifras absolutas ni actualizarlas a 2017. La ventaja de la afiliación es que no necesita millones de visitas como las webs virales, sino visitantes que acaben comprando.
Nuevo rico, pero no en dinero
Pero para Pau Ninja los ingresos pasivos eran solo el primer paso. Su objetivo era poder disfrutar de lo que realmente quería: tiempo y libertad. Ahora, incluso, ha externalizado la escritura de los post comerciales y solo necesita coordinarlos durante un rato a la semana. «En ningún momento quise ganar mucho dinero, sino suficiente dinero», explica. Lo llama ser «nuevo rico». Su vida hoy es una mezcla peculiar de nuevas tendencias globales vinculadas a Internet. Primero, el reciente movimiento estadounidense FIRE (siglas en inglés de «independencia financiera, jubilación temprana»).
El reto de los jóvenes que quieren «cumplir su FIRE» es lograr un millón de dólares antes de los 40 años, invertirlos y vivir frugalmente de rentas en lugares más baratos. Otra tendencia a la que Pau Ninja se acerca es la de los nómadas digitales, que trabajan por Internet desde cualquier lugar del mundo. Apenas trabaja, pero está pendiente de sus negocios desde cualquier café con conexión. Ahora acaba, además, de comprarse una furgoneta que este mes de septiembre empezará a adaptar con baño, ducha y cocina -con la ayuda de su padre, carpintero- para viajar.
Cuando en enero salga hacia Europa se unirá a otro hashtag milenial: #vanlife, o «vivir en furgoneta». «Mi intención es ir en verano hacia Escandinavia y en invierno por el sur», dice. Pau Ninja no presume ni se considera gurú. También procura evitar todo estereotipo: «Soy 95% vegano. Como solo vegano, excepto huevos camperos y mejillones», asegura. Entre 2017 y 2018 publicó un breve ebook al mes, que vende en Amazon. Escribe de las cosas que ha ido aprendiendo o probando.
La libertad le permite multiplicar aficiones, que a menudo acaba convirtiendo en ingresos: estudia ruso, sueco y francés en casa con un «método» que ha ideado -y vende- o aprende ahora a bailar lindy hop tras probar varios estilos. Su tono es de «esto es lo que he hecho y me ha ido bien, pero quizá mañana no funciona y tengo que buscar trabajo» (esconde su apellido real para que su pasado no le afecte en el futuro). La venta de los ebooks le da «dinero de bolsillo», unos 200 euros mensuales.
Gana mucho dinero, pero un giro de Google en su algoritmo puede hundir su negocio. Para evitarlo vive de forma minimalista y un teórico sueldo autoimpuesto de unos 1.000 euros al mes. Una parte del dinero ahorrado lo tiene en fondos indexados. El estudio para entender esa inversión le llevó a escribir su Guía de fondos de inversión (para tontos como yo).
90 días sin masturbarse
No todos sus hobbies tienen fines lucrativos. También se impone otros retos, como «subir escaleras y duchas frías para entrenar la voluntad». Ha estado por ejemplo 90 días sin masturbarse: «Bien, son sensaciones raras», dice, sin desarrollar. Aunque este reto pudo tener su fin lucrativo: uno de sus 15 libros se titula Durar más en el sexo. El tiempo es tan importante para Pau Ninja que se esfuerza en no perderlo en algo que no haya decidido a conciencia. Su página inicial en Facebook sale en blanco. La red da la opción de desuscribirse de lo que no interesa.
Lo ha hecho con todos sus amigos y solo usa Facebook para chatear. Así, «no ve las chorradas que cuelgan sus amigos»: «Vas bajando en la página y no se acaba nunca. Acabas saltando de un clic a otro y no sabes por qué acabas mirando un perro en monopatín».
Esta vida aparentemente maravillosa tampoco es perfecta. La presunta felicidad permanente puede llegar a agobiar. La vida solo viajera también tiene sus defectos. «Mi ambición era poder levantarme y decir: quiero ir a Tailandia. E irme», recuerda Pau Ninja.
El sueño lo cumplió, pero fue regular: llegó a Bangkok para quedarse meses por Asia. Pero tal como llegó, compró un billete de vuelta para el día siguiente. Hacía demasiado calor. Entre 2017 y 2018 pasó una larga temporada en Barcelona: «Llegué a la meta y no vi ninguna razón para seguir corriendo». Entre medias, pasó ocho meses en Helsinki y ahora espera a salir con la furgoneta. Pau Ninja no deja de analizarse con honestidad. Si con tantas vueltas, no encuentra la felicidad -que cree que llega cuando ya no hay que definirla, pero que para él puede estar en una cabaña de montaña, con una chica y un perro de tres patas-, tendrá que contarlo.