La red de fibra óptica instalada en las ciudades podría funcionar como detectora de terremotos

por | Oct 25, 2017 | Tecnología

Probablemente, en el futuro no necesitemos recurrir a una extensa red de sensores sísmicos (o a una amplia comunidad de usuarios de apps del estilo de MyShake) para poder detectar terremotos a tiempo: podremos hacerlo recurriendo a las líneas de fibra óptica que proporcionen el acceso a Internet de nuestros hogares.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford han desarrollado una nueva tecnología capaz de detectar actividad sísmica a través de los temblores de la fibra óptica, y enviar información relativa a la magnitud y dirección de los mismos. Este sistema no sólo permitiría determinar la gravedad de la amenaza a través de la identificación de diferentes clases de ondas sísmicas, sino que estaría dotado de la sensibilidad suficiente como para detectar terremotos muy pequeños o localizados, que de otro modo podrían pasar desapercibidos.

Cabe señalar, además, que una mayor cobertura de los sensores también permitiría mediciones mucho más detalladas de las respuestas del suelo a los terremotos, permitiendo así que los ingenieros puedan conocer mejor cómo responden edificios y puentes a los microterremotos, y usar esa información para mejorar el diseño de las infraestructuras.

Ciertamente, no estamos ante el primer intento factible de usar instalaciones de fibra óptica como sistemas de detección sísmica, pero si del primero capaz de utilizar con ese fin instalaciones ya existentes ubicadas en tuberías de plástico, lo que convierte su implementación en algo mucho más sencillo y económico (el anterior sistema, basado en la detección acústica, obligaba a envolver la fibra óptica en cemento).

Todavía falta mucho para que su uso pueda llegar a generalizarse: a día de hoy, incluso en los países más industrializados existen amplias zonas rurales donde la cobertura de fibra óptica resulta insuficiente como sistema de aviso. Además, por ahora este sistema sólo está en funcionamiento en una pequeña zona de 3 millas (casi 5 kilómetros) alrededor de la Universidad de Stanford, y no están claras las dificultades que supondría implementarlo en toda una gran urbe.