Llevar o no zapatos, he ahí la cuestión. Según ha demostrado una investigación belga reciente, las personas que andan de forma habitual con las extremidades inferiores desprotegidas –descalzas– tienen el antepié –la parte formada por el metatarso y las falanges– más ancho y distribuyen mejor el peso por toda la superficie de la planta cuando se mueven o permanecen quietos.
En suma, apoyan mejor y reparten mejor la fuerza y el equilibrio. A la vista de los resultados, los científicos recomendaban fabricar zapatos y calzado en general de más calidad, que no sea un obstáculo para la fisiología de un diseño anatómico –nuestros pies– decantado tras millones de años de evolución. Y si en lugar de caminar corremos, hacerlo sin zapatillas tampoco parece una mala idea. Según un estudio de la Universidad de Harvard del que se hacía eco la revista Nature, las personas que practican running a pie limpio tienen una pisada totalmente diferente; en primer lugar porque, al apoyarse con la parte media o frontal de la extremidad, no sufren apenas colisión de impacto.
De acuerdo con la investigación, los corredores descalzos estiran más sus dedos al tocar el suelo, lo que reduce el volumen de masa corporal que soporta el aterrizaje. “Muchos creen que es peligroso y duele, pero incluso en las superficies más duras podemos dar una carrera con los pies desnudos sin experimentar ningún tipo de incomodidad o molestia”, asegura Daniel E. Lieberman, biólogo evolutivo y coautor del citado trabajo.